miércoles, 22 de diciembre de 2010

Calidad de la educación y cambios en el diseño educativo

Aunque pueda aparecer como una opinión majadera de tanto darla, creo que hoy es importante ofrecerla para recalcar algunos planteamientos que no han sido considerados en la puesta en marcha de una educación de calidad para el país. Por eso quizá los múltiples esfuerzos que se han hecho en términos económicos y de gestión general del sistema no han tenido los frutos que se esperan.

Lo primero es despejar algunas ideas que, si bien son propias al ámbito de la educación o de cualquier otro sistema como el educacional y no deben ser dejadas de considerar por motivo alguno, no constituyen elementos básicos para el cambio de la calidad de la educación. Son, como se diría desde la perspectiva lógica, elementos necesarios, pero no suficientes o esenciales para el logro de los resultados esperados.


• El concepto de calidad educativa, es amplio, complejo, puede ser mirado desde distintas perspectivas y se ubica en diversos niveles y elementos de la realidad. En otras palabras, es un concepto de amplia extensión y baja comprensión y por supuesto, con un escaso acuerdo societal o intelectual.

• La preocupación por el sistema de administración de la educación (incluido sus aspectos económicos, financieros y de gestión) es un problema relevante y no menor, pero no directamente esencial en relación con el mejoramiento de la calidad de la educación.

• La inquietud por la estructura del sistema educacional, desde las perspectivas mas estatizadoras y centralistas hasta las miradas más libre mercadistas y competitivas, puede ser una justa y legítima inquietud ideológica, política y de intereses diversos, pero tampoco dice relación con la calidad de la educación, sino con condiciones necesarias pero no suficientes para su logro.

• La idea de abrir canales de participación para que los padres y apoderados y los educadores opinen en un contexto de una creciente autonomía y control de los resultados nos parece bien como ejercicio democrático. Las consultas nacionales, que son en último término sintetizadas por equipos de técnicos que tienen definiciones ideológicas previas, ya aún en la fase de construcción de los instrumentos de consulta, son una buena forma para testear la realidad de las percepciones de los usuarios y grupos de intereses a nivel nacional. No obstante, ambas fórmulas, si bien meritorias en muchos sentidos, no tienen una relación directa con el logro de una educación de calidad. Son insumos necesarios, pero insuficientes para tocar la tecla de la calidad.

• Es evidente que existen enormes desigualdades en la atención educacional de nuestras nuevas generaciones, pero la solución de este problema va aparejada al crecimiento y desarrollo del país, ya que las desigualdades que se observan en el sistema escolar no sólo son producto de la visión estrecha que han tenido las autoridades para focalizar las inversiones educacionales a nivel nacional, sino que éstas deben llenarse de contenidos propiamente educativos, es decir, seguir las orientaciones adecuadas de políticas educativas consensuadas. El llamado Informe Brunei fue un acierto en este sentido.

Esta lista podría seguir, sin desmerecer la atención que debe tener en la misma, la atención preferencial a los profesores. Esta lista podría ser muy extensa sin considerar aún el punto nuclear de la calidad educacional. ES posible pensar que el problema radicaría, por lo mismo, en plantearse bien la pregunta sobre el que queremos lograr con nuestra educación (filosofía educativa), cómo lo haremos (pedagogía) y para que lo hacemos (visión del desarrollo nacional). Una visión de la persona que queremos formar para el Chile del futuro debe ser construida. Así como en décadas anteriores fue la idea del ciudadano u otra, hoy nos debemos preguntar ¿qué tipo de persona queremos formar? y de acuerdo a eso, que tipo de educación queremos para lograr este tipo de persona

Hoy esta pregunta está lejos de las inquietudes de los intelectuales o cientistas de la educación, pero no así de algunos destacados profesores, que mediante su práctica necesitan como nutriente esencial para realizar bien su trabajo, saber hacia donde se quiere ir, que persona formar, que país queremos tener, en fin, como logramos, desde estos parámetros, construir una educación de calidad. Esta estaría significando, en este tenor reflexivo, la adecuación de la acción pedagógica realizada por los educadores a la naturaleza de sus alumnos (individualmente considerados) en el contexto de unas orientaciones generales que nos hablen del futuro, de los hombres y mujeres que queremos formar en un país, sin duda, con menos desigualdades y mayor responsabilidad social del Estado y sus cuerpos intermedios, los privados y las organizaciones sociales del país.

No solo basta, por su urgencia real, la preocupación cierta por las cuestiones puntuales, tan propias de un pensamiento inductivista y generador de proyectos parciales (construcciones escolares, alimentación, pase escolar, administración y gestión, subvenciones, etc.), pero no hagamos de éstas las cuestiones esenciales de una educación que logra calidad. Pareciera más bien que la tendencia es que ésta vuelva a radicarse, después de décadas de tumbos, en un diseño en el cual la acción pedagógica de un profesor autónomo, digno, libre de presiones, de no certezas laborales, de malos tratos e injusticias, preparado profesionalmente en didácticas, aprendizaje y desarrollo humano, pueda asumir los diseños pedagógicos que sean los más adecuados para la atención de sus alumnos.

No es superficial lo que se plantea, sino por el contrario, significa un asunto de vital importancia para el futuro del país, que podrá seguir invirtiendo grandes cantidades de recursos pero sin una orientación clara en el plano de lo propiamente educativa. En otras palabras, el país debe reiniciar su propio análisis educacional, desde lo propiamente educacional, para después adecuar los instrumentos necesarios al logro de lo que se pretende. Diseñar una nueva reforma es la tarea del futuro, con una metodología cercana a los educadores y no a los intelectuales de la educación.

Gabriel de Pujadas H.

Educador y Sociólogo

No hay comentarios:

Publicar un comentario